La valle en el siglo XIII.

La valle en el siglo XIII.
Tuve una buena sorpresa cuando encontré un documento, nada menos que del año 1230, que hablara de La Valle. No esperaba que pudiera existir un escrito tan antiguo de este valle nuestro, tan apreciado por todos, menos cuando en sí está formado por unas montañas y prados alpinos que no han sido habitados permanentemente aparte de leyendas y posibles asentamientos prehistóricos.
Es un valle del que disfrutamos sus cimas, bosques, prados, aguas y fauna, pero a día de hoy sabemos que sólo fue habitado temporalmente para los aprovechamientos forestales, agrícolas y ganaderos, amén de alguna que otra campaña militar. De estos asentamientos temporales han quedado restos toponímicos y arqueológicos como las bordas, “el molino de las Fredas” dónde se molía el centeno, “el paso ferrerías” dónde un herrero hacía los arreglos más elementales para útiles y caballerías, “el campanal”, “serrato batalla”, etc…
Las noticias que da este documento de 1230 hacen pensar que seguía siendo una extensión de explotación forestal, agrícola y ganadera sin ningún tipo de población pues el escrito solo hace una descripción de sus límites y términos sin nombrar aldea o poblado alguno.
Entonces La Valle era propiedad de un tal Guillermo de Ogeri. Este vivía en Ceresa y todo hace pensar que era un pudiente o por lo menos un gran propietario. Tal vez por una enfermedad, por su avanzada edad o por falta de familia quiso dejar sus propiedades y refugiarse a vivir sus días finales en el monasterio donde se entregó como donado, fenómeno muy frecuente en aquella época entre las gentes con grandes propiedades.
Donó todo a San Victorián con la condición de que los monjes le acogieran y pudiera vivir con ellos y ser cuidado hasta su muerte.
Pedía también el privilegio de poder ser enterrado dentro del monasterio, en concreto en el claustro, sitio donde eran enterrados los nobles o ricoshombres de la región, pues tal vez tuviera tal distinción.
Es curioso que casi ocho siglos después podamos saber donde descansan todavía los restos de este antepasado nuestro.
En la escritura el tal Guillermo dona sus bienes “en Vallicancha, con los términos de Cistos, Besaún y el Brocal, y las tierras que tenía entre el colle de Ceresa y el río Esera, y desde la Serra Montaines hasta Saravillo”.
Llama la atención que los topónimos de Besaún y el Brocal hayan permanecido inalterables en estos ocho siglos. Cambian en cambio el resto: a Vallicancha, el colle y serra Montaines se les denomina la Valle, la Collada y peña Monatañesa respectivamente. Queda por identificar el topónimo Cistos.
El valor de la donación en si es considerable: Todo un valle con tres cuencas fluviales: la de Fornos, la de la Garona y la vertiente que vierte sus aguas desde Collivert hasta el río Esera, ya en la Ribagorza. Toda una extensión con grandes bosques maderables, pastos alpinos para varios miles de cabezas de ganado, leñas, aguas y abundante caza. Una grande propiedad que se sumaría a las ya muchas y extensas que tenía el monasterio.
Esta única propiedad que pasó a manos del monasterio con el devenir de los siglos se ha fragmentado en las propiedades que hoy conocemos: monte público, monte municipal de varios pueblos y múltiples y pequeñas propiedades de agricultores y ganaderos privados, pero que siguen englobadas en una unidad que denominamos la Valle, un bien natural que tiene un legado histórico, que es de todos y que debemos preservar todos con cautela y diligencia.
Sea cual sea el próximo paso de su futuro, es responsabilidad de todos el disfrute o aprovechamiento de forma adecuada, impidiendo que se puedan realizar daños irreparables a su naturaleza.
Texto de Antonio Solanilla (Casa Baron de Laspuña)

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